Una que abre la sala de sentir la maravilla que somos,
otra que da paso al cuarto de perder el miedo.
Una tercera que nos deja entrar en el comedor de la generosidad.
y la cuarta, la de la terraza de la inspiración.
Después encontramos la llave del dormitorio del agradecimiento,
a del taller de creatividad,
una séptima que abre el altillo del elevar la consciencia
y la octava, la que al girar deja de par en par el salón de los milagros.
Hay una novena que abre la alacena de la fortaleza de espíritu,
y una décima para dejarnos pasar la biblioteca de la libertad.
La que hace once abre el buzón de la verdad,
como la doce que da acceso al garaje de las no-limitaciones.
La trece corresponde al desván del compartir,
tan fundamental como la número catorce, la del estudio del arte que sana.
La llave quince puede mostrar el invernadero de la paz…
y por último, la dieciséis que es nada más y nada menos la que abre tu corazón.
Sol
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