http://www.larepublica.pe/impresa-domingo/la-magia-de-los-cuentos-2011-04-10
Dicen que los niños leen cada vez menos. Cierto o no, José Antonio Núñez ha encontrado una manera para que ellos se interesen más por la lectura. El joven cuentacuentos transmite historias oralmente: transporta a su público a mágicos escenarios y enseña valiosos mensajes. Aquí una breve crónica de cómo engancha y fascina a un grupo de inquietos oyentes.
Por Isabela Ponce
Fotos José Vidal
El griterío y el chacoteo entre los niños son incesantes. La maestra alza la voz y exige: Siii-leeen-cio. Algunos chicos la secundan: Shhh, a la una, shhh, a las dos, shhh...; pero aún así persiste el cuchicheo entre los más inquietos. Lentamente el barullo empieza a serenarse y surge otro sonido mucho más dulce y agradable. Las miradas de los niños se dirigen a quien lo emite: se llama José Antonio Núñez, tiene 35 años y sopla una zampoña con solvencia musical. En menos de un minuto el ambiente se ha transformado: solo se oye la melodía que él improvisa y los niños caen hipnotizados. Sus miradas están clavadas en él.
La armoniosa música cesa y José Antonio comienza a hablar: “La Pachamama es una abuela que teje, todo el día teje”. Hace una pausa y sopla nuevamente la zampoña. “Cuentan que teje las profundidades del mar con los peces, y teje los peces con las orillas y teje las orillas con la tierra y la tierra con las plantas y las plantas con los animales que vuelan y que corren”. Pronuncia cada palabra con diferente tono, hace énfasis en el verbo tejer e imita un movimiento con sus manos como si en realidad estuviese tejiendo. Los ojos de 62 niños se abren de asombro; ya ninguno habla, ni siquiera susurra. Sentado sobre un cajón, vestido con pantalón y camisa de lino, el cuentacuentos también abre y cierra los ojos para dramatizar aún más su historia. Su frente se arruga y sus cejas suben y bajan sobre unos lentes de marco grueso. “Los hilos de la Pachamama son cada vez más débiles y se rompen, y ella intenta tejer más rápido para que no se rompan. Pero necesita que sus hijos, es decir nosotros, la ayudemos a seguir tejiendo porque ella está viejita; la madre tierra está muy cansada y ahora nosotros, tú, yo, podemos ayudar a la Pachamama a seguir tejiendo. ¿Queremos ayudarla?”. Hace una pausa y al silencio que se acaba de formar lo invade un estridente “Síiii”.
“Ahora voy a contarles una historia que es un cuento”, prosigue. Los niños han vuelto a inquietarse, pero José Antonio los captura con el sonido de un singular instrumento que sostiene en sus manos: una calimba. Les pregunta a los niños si la conocen y todos responden al unísono: ¡Nooo! Es hora de que la calimba se presente; los pulgares de José Antonio presionan el extremo de cada lámina de metal que compone este instrumento y les descubre notas musicales que jamás habían escuchado y les adelanta que en el cuento se enterarán del origen de la calimba.
“Este es un cuento africano muy antiguo, de un lugar muy lejano. Un narrador africano se lo contó a una amiga y ella me lo regaló a mí y yo se los cuento a ustedes, y quizás ustedes mañana se los cuenten a más amigos y...”. “¡Así sucesivamente!”, interrumpe uno de los alumnos y José Antonio lo mira, ríe y asiente. Continúa con su narración y presenta el nombre del cuento: El origen de las cosas.
“Cuentan que hace mucho tiempo existió un dios llamado Zambi Yam Npungu, que tenía un enorme sombrero al que llamaba ‘el sombrero de la creación’; era graaaaande y graaaaaaande, y de él salían todas las criaturas”. José Antonio exagera la vocalización, hace muecas y los niños responden con carcajadas. El narrador continúa con su historia: “Salían colibríes, canarios, palomas de su sombrero, pavos reales. Jaguares, perros, todos los animales salían del sombrero, pero en ese entonces cuando él imaginaba a los animales no tenían colores, eran en blanco y negro”.
“¿No tenían colores?”, interrumpe una chiquilla. “¡Como las películas en blanco y negro!”, exclama uno de sus compañeros. Y José Antonio les responde que sí. Les explica la armonía de la creación del mundo mientras de la calimba brota una hermosa melodía. De pronto un sonido desafina y ellos ríen efusivamente. “¿Saben quién apareció?”, les pregunta. Y un niño responde “¡El hombre!”.
El cuentacuentos les explica que, en la historia, el dios Zambi Yam Npungu descubre que el ser humano es el único que puede romper con la armonía en el mundo, “y para evitarlo, el dios le regaló este instrumento”. Y vuelve a tocar la calimba por casi un minuto; los niños lo miran fijamente.
“¡Bueno! Muchas gracias por prestarme sus oídos. No se olviden de pedirles a sus profesoras, a sus padres y a sus abuelos que les cuenten muchos cuentos. También pídanles a los libros que les cuenten los cuentos que ahí están escondidos”. Unos aplauden, otros ríen de felicidad. El cuentacuentos interviene: “Y así me contaron esa historia y así se las cuento a ustedes. Y como dicen: colorín colorado...”. El silencio dura un segundo y los niños lo rompen inmediatamente: “¡Este cuento se ha acabado!”.
Vocación de narrador
Hace siete años, José Antonio Núñez descubrió su fascinación por la narración oral. Durante un taller para cuentacuentos llegó a la conclusión de que quería dedicar su vida a esto. “Me encanta el reto de animar a los chicos a que exploren los cuentos y las historias, que rescaten la tradición oral, la capacidad de establecer diálogos”. Junto a dos colegas, en el 2008 creó la asociación Cuéntame Perú. A lo largo del año escolar José Antonio visita colegios, ferias y otros eventos relacionados con la lectura; es contratado por editoriales, ONGs y empresas. El cuentacuentos trabaja con públicos variados: desde niños pequeños y adolescentes, hasta maestras y adultos mayores.
Para conocer más sobre los proyectos de Cuéntame Perú, puede ingresar a: ukucuentameperu.blogspot.com o contactarse con el 991300975 / cuentameperu@hotmail.com
Déjame que te cuente
En setiembre del 2010, se celebró en Lima el décimo Festival de Narración Oral Déjame que te cuente. “En él se dieron a conocer las tendencias en narración oral que hay en Latinoamérica. La idea era mostrar que la narración oral tiene la categoría de arte”, explica Cucha del Águila, narradora oral y gestora del festival. Cuenta que en 1991 empezó el renacimiento de la narración oral en el Perú. “Fue un resurgimiento del arte de la palabra y, a diferencia de otras épocas, en las que la narración se daba solo en el campo, ocupó espacios en la ciudad”. Cucha advierte que si bien ahora la narración oral es vista como una moda, en realidad responde a la necesidad de congregarse para algo tan mágico: la palabra humana.