INO MOXO

jueves, 19 de noviembre de 2009

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Y la ceniza se vuelve agua cuando un sediento la besa.
Pero hay quienes lo ignoran ignorándose, ni lo afirman
ni lo niegan, no merecen sus cuerpos tales cuerpos,
ocupan un vacío en este mundo, en las infinitas
existencias del mundo, y por eso les falta siempre
todo, algo de aire, un menosmás de tierra, su ánima en
desacuerdo, inservible, su carne en desacuerdo. El oni
xuma sabe desmezclarlos. Para eso es filo de piedra
plana, es herida y cuchillo y es punta de la primera
flecha de la última costilla, y es aguja que cose o
que desgarra. Sabe apartar los cuerpos de sus ánimas y
sabe retornarlos. Sabe quién sí, quién no es digno de
esta vida o es digno de las otras, o es digno de
ninguna. Yo obedezco apenas. Sin la luz negra del oxi
xuma ni siquiera ignorante es lo que soy. Ni siquiera
me equivoco, acierto al revés, que es distintísimo, el
ayawaska me convierte en su instrumento más
desdeichado por lo poderoso. Si es mucho lo que
desconozco, lo que no alcanzo a ver, no importa: el
ayawasca sabe. Todo es merecimiento. El ayawasca
ordena o desordena, yo obedezco. Si no me ordena nada,
obedezco igualmente. Y si me ordena posponer la
muerte, entonces sí, entonces transformo cualquier
daño en recuerdo!

Cesar Calvo